¿Cuándo lanzará la humanidad una misión a las estrellas? Esta es la pregunta considerada por Marc Millis, antiguo director del Proyecto de Avances en la Física de Propulsión de la NASA, y fundador de la Fundación Tau Zero, que apoya la ciencia del viaje interestelar.
Ésta es una pregunta de importancia cada vez mayor, dado el ritmo al que descubren exoplanetas los astrónomos. Muchos creen que es sólo cuestión de tiempo que encontremos un análogo de la Tierra. Y cuando encontremos un lugar con el potencial de albergar vida como la nuestra, habrá probablemente un notable debate sobre la posibilidad de visitarlo.
Ésta es una pregunta de importancia cada vez mayor, dado el ritmo al que descubren exoplanetas los astrónomos. Muchos creen que es sólo cuestión de tiempo que encontremos un análogo de la Tierra. Y cuando encontremos un lugar con el potencial de albergar vida como la nuestra, habrá probablemente un notable debate sobre la posibilidad de visitarlo.
El gran problema, por supuesto, es la distancia. En el pasado, los científicos han estudiado varios factores que limitan nuestra capacidad para atravesar los años luz requeridos. Uno es la velocidad necesaria para viajar tan lejos, otro es el coste de tal viaje.
Observando el ritmo al que crecen nuestra velocidad máxima y nuestra capacidad financiera, y extrapolándolo al futuro, es posible predecir cuándo podrían ser posibles tales misiones. La deprimente respuesta de cada estudio hasta el momento es que el viaje interestelar está a siglos de distancia.
Hoy, Millis adopta una aproximación distinta. Se centra en el coste de energía para las misiones interestelares. Observando el ritmo al que la humanidad incrementa su energía disponible, y extrapolándolo al futuro, Millis es capaz de estimar cuándo tendremos suficiente para llegar a las estrellas.
Para hacer esta extrapolación, Millis observó la cantidad de energía que los Estados Unidos han usado para hacer despegar la lanzadera a lo largo de los últimos 30 años, como una fracción de la energía total disponible en el país. Asume que estará disponible una fracción similar para el vuelo interestelar en el futuro. Luego pasa a calcular cuánta energía consumirán dos tipos distintos de misión.
La primera misión es una colonia humana de 500 personas en un viaje sólo de ida al vacío. Asume que tal misión requerirá 50 toneladas por cada humano ocupante, y que cada persona usará unos 1000 W, igual a la cantidad media usada por una persona en los Estados Unidos en 2007.
A partir de esto, estima que la nave necesitaría unos 1018 joules de propulsión para los cohetes. En comparación, la energía para impulsar la lanzadera es de unos 1013 joules.
La segunda misión es una sonda no tripulada diseñada para alcanzar Alfa Centauri, a apenas 4 años luz de distancia, en 71 años. Tal viaje sería tres órdenes de magnitud menos masivo que una nave-colonia, por lo que es fácil imaginar que requerirá menos energía.
Pero Millis coloca otra restricción a la misión. No sólo debe acelerar hacia su destino, sino que debe frenar cuando llegue allí (aunque por qué esto no es un requisito para una nave-colonia, no queda claro).
Esto cambia los números significativamente. Millis estima que la sonda requeriría 1019 joules.
El paso final es determinar cuándo tendrá la humanidad disponible este tipo de energía para estas misiones. Extrapolando, Millis calcula que la energía requerido no estará disponible hasta al menos el año 2196. “Este estudio encontró que la primera misión interestelar no parece ser posible hasta dentro de 2 siglos”, comenta.
Esto es un cálculo crudo, pero uno que te hace pensar, no obstante. Implica que aunque pronto seamos capaces de echar un asombrado vistazo a otras Tierras, no será posible visitarlas en el tiempo de vida de nadie actualmente vivo.
En otras palabras, en lo que respecta al futuro cercano, estamos atrapados.
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