Diminutas partículas incrustadas en antiguas rocas canadienses han proporcionado nuevas pistas sobre qué podría haber disparado la extinción masiva más letal de la historia de la Tierra. La causa final, dicen los investigadores, podrían ser nubes de ceniza tóxica que cubrieron el globo, similares a las expulsadas actualmente por las actuales plantas de energía alimentadas por carbón.
La aniquilación, que tuvo lugar hace 250 millones de años a finales del periodo Pérmico, fue aún más extensa que la que aniquiló a los dinosaurios. Se extinguió más del 90% de las especies marinas, y los ecosistemas terrestres sufrieron una pérdida similar. Los científicos han debatido desde hace tiempo las razones. Las hipótesis favoritas incluyen impactos de asteroides, erupciones volcánicas masivas en Siberia y océanos tóxicos. El geoquímico Stephen Grasby del Estudio Geológico de Canadá en y sus colegas informan hoy en Nature Geoscience de un nuevo giro a la idea del volcán.
La aniquilación, que tuvo lugar hace 250 millones de años a finales del periodo Pérmico, fue aún más extensa que la que aniquiló a los dinosaurios. Se extinguió más del 90% de las especies marinas, y los ecosistemas terrestres sufrieron una pérdida similar. Los científicos han debatido desde hace tiempo las razones. Las hipótesis favoritas incluyen impactos de asteroides, erupciones volcánicas masivas en Siberia y océanos tóxicos. El geoquímico Stephen Grasby del Estudio Geológico de Canadá en y sus colegas informan hoy en Nature Geoscience de un nuevo giro a la idea del volcán.
Las rocas que ahora forman las islas más al norte del Ártico Canadiense, se formaron hace millones de años como sedimentos del lecho marino de la costa noroeste de un súper-continente llamado Pangea. Cuando Grasby y su equipo analizaron las rocas de justo antes de la extinción masiva del Pérmico, observaron unas inusuales partículas microscópicas. Junto a los habituales cúmulos de materia orgánica, también encontraron diminutas partículas llenas de burbujas, conocidas como cenosferas. Estas espumosas y pequeñas burbujas se forman sólo cuando el carbón fundido es expulsado a la atmósfera, dicen los investigadores. Hoy, las cenizas volantes producidas en las centrales de energía de quema de carbón son abundantes en cenosferas, pero son en gran parte atrapadas por los equipos de control de la contaminación antes de que escapen por la chimenea. Hace millones de años, debieron haberse creado cuando estallaron masivas cantidades de roca fundida – más de 1 billón de toneladas – en los depósitos de carbón de Siberia para formar los depósitos de lava que se conocen como Escaleras Siberianas.
Dado que las cenosferas de finales del Pérmico tienen aproximadamente el mismo tamaño y probablemente el mismo peso que las partículas más pequeñas de ceniza volcánica, podrían fácilmente haber alcanzado los 20 kilómetros en la atmósfera, y luego haber sido esparcidas por todo el mundo por los flujos de aire. Y como las cenizas del carbón que se producen actualmente, las partículas se habrían cargado con metales tóxicos como cromo y arsénico. Cuando las antiguas cenosferas finalmente cayeran a los mares, convertirían la superficie del agua en una sopa tóxica, según especulan los investigadores. Luego, continúan, después de que la mayor parte de la vida muriese, la descomposición habría robado al agua el oxígeno disuelto, asfixiando a muchos de los supervivientes.
“Las pruebas son bastante convincentes”, dice Gregory Retallack, geólogo de la Universidad de Oregón en Eugene. El geofísico Norman Sleep de la Universidad de Stanford en Palo Alto, California, está de acuerdo. Los hallazgos del equipo “son un descubrimiento extremadamente importante”, comenta. Conforme se acumulan las consecuencias ecológicas, señala, la cadena de eventos puesta en marcha por las erupciones siberianas “pasó de ser algo malo para la vida, a un completo desastre”. Encontrar cenosferas en rocas de finales del Pérmico de todo el mundo, ayudaría a la idea de que las diminutas partículas desempeñaron un papel clave en la extinción, dice Grasby.
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