miércoles, 15 de junio de 2011

Ovnis en Montserrat desde hace decadas

Ovni captado en Montserrat en el 2007
Desde hace unas 5 décadas  han aparecido muchos testigos de supuestos avistamientos de Ovnis en Montserrat. No deja de ser curioso que a 50 kilómetros de Barcelona exista un lugar donde se puedan observar Ovnis. Se podría decir que esto sucede en muchas ciudades del planeta, pero lo que puede ser por la mayor densidad de población que existe en las ciudades, mayor posibilidad de avistamiento de ovnis, también mayor posibilidad de falsos testimonios. Todo esto ya lo sabemos, pero si es cierto que hay objetos voladores no identificados en las cercanías de las ciudades por todo el mundo, eso vendría ha decirnos que no solo nos visitan de vez en cuando, también que nos están vigilando continuamente todas las actividades humanas en los grandes núcleos de población.



A finales de los años 70, un hombre que se dedicaba a la informática, Luis José Grifol, que asegura tener contacto psíquico con los extraterrestres, hizo balance de todas las leyendas relacionadas con la aparición de luces en Montserrat y se dedicó a estudiar dicho fenómeno in situ. Desde principios de los 80, Grifol ha ascendido a la montaña por la noche el día 11 de cada mes para observar a simple vista y a través de instrumentos astronómicos los fenómenos lumínicos que hemos comentado, reuniendo en torno a él a grupos muy numerosos. De estas sesiones nocturnas, de las cuales han sido testigos de las extrañas luces prestigiosos investigadores, se han realizado fotografías y diseños. Todavía no se ha podido dibujar una cadencia de apariciones, aunque sí parece que Montserrat constituye una de las coordenadas clásicas del fenómeno ovni.
Quien desee descubrir la espiritualidad de este lugar deberá alejarse del conjunto arquitectónico y ascender hacia las cumbres. Repentinamente, cuando el monasterio y su abadía desaparecen de nuestra vista, penetramos realmente en la Arcadia que experimentó el viajero alemán Humboldt y ascendemos por sinuosos canales esculpidos en la roca, atravesando robles y pinos solitarios, hacia el paisaje imperturbable del valle interior de la montaña.

No se trata sólo de belleza, sino que ante las enormes moles de piedra y su magnetismo nos sentimos finitos y caducos. Frente a la energía de la naturaleza, nosotros somos hojas de otoño. Al cabo de unas horas de estancia en la naturaleza, la sensación es de paz, tranquilidad y sosiego interno, y otras veces de euforia. No son sólo estados subjetivos, ni simples efectos de la ausencia de ruido o de¡ perfume de plantas relajantes. Más allá de lo psíquico existe lo que se ha denominado «el magnetismos de la montaña. Así, se ha señalado que las agujas y monolitos de formación calcárea actúan en Montserrat como poderosas antenas que emiten frecuencias de magnetismo geobiológico: fuerzas telúricas positivas que el excursionista acaba por percibir consciente o inconscientemente. La habitual frase de «voy a Montserrat para cargar mis baterías» habría de ser entendida en su sentido más literal. Pero este magnetismo positivo no sólo procedería de redes telúricas clásicas. Al parecer, el almacenamiento de agua en el Montserrat interior podría con- tribuir al fenómeno con una fuerte ionización ambiental. Los iones del agua se orientarían en el mismo sentido que los vectores de las energías telúricas y reforzarían la carga energética de las cumbres. Explorando el lado oscuro
A veces, sin embargo, y si conectamos con el lado oscuro de la montaña, lo benéfico se transforma en lo inquietante, e incluso en lo pavoroso. No todo en la montaña es energía benéfica, aunque ésta sea la que predomine; su naturaleza muestra también en algunos momentos fuerzas de las cuales el hombre tiene que protegerse. Para empezar, es muy fácil perderse en la montaña, por la semejanza de sus rocas y la profusión de males de caminos. Incluso excursionistas muy experimentados pueden ser víctimas en algún momento de desorientación. Además, algunos de los caminos conducen muy cerca de despeñaderos y caídas verticales. A veces estas veredas están cubiertas de vegetación y cuando se descubre la sima puede ser demasiado tarde. Quien se adentre en las sendas de la montaña debe saber que, más allá del pico de San Jerónimo hacia el Tabor, penetra en el territorio menos conocido del macizo y pasará por lugares inhóspitos y de difícil recorrido.
Pero donde el lado oscuro se expresa con su máxima fuerza es en las extrañas y persistentes desapariciones, que datan de antiguo. En todos los pueblos del en- torno de la montaña, como Collbató, Marganell, el Bruc y Monistrol, hay personas que han desaparecido. En Manresa, la capital de la zona, una ciudad de 80.000 h, cada dos o tres años alguien se pierde para siempre.
Armengou i Marsans, en su libro sobre Montserrat, nos refiere a una joven barcelonesa, Amparo Vielda, que desapareció durante una excursión en 1985. Se trata de un caso muy interesante porque Amparo le habla contado a una amiga que durante anteriores excursiones, en, algunos lugares donde había grietas, había sufrido profundos mareos y en una ocasión se sintió atraída irresistiblemente hacia el desconocido reino subterráneo de la montaña. De esa mujer sólo se encontró su coche.
El más reciente caso fue el de un ejecutivo de 38 años, Ricardo Flavia, que desapareció en agosto de 1998 cuando realizaba una excursión en solitario. Su coche permaneció semanas en el parking del monasterio, hasta que la policía lo identificó.
¿Accidentes clásicos de montaña? Esta teoría presenta un serio inconveniente: aunque en algunos casos se han encontrado los cadáveres de algunas personas extraviadas, lo normal ha sido no encontrar el menor rastro de los desaparecidos. Para algunos geobiólogos, la poderosa energía de ciertos parajes podría producir pérdidas temporales de conciencia, lo que acarrearía accidentes repentinos. Pero esta hipótesis también debe matizarse, porque la ausencia de los cuerpos accidentados sólo se explica si durante estos estados alterados de conciencia estas personas penetran en alguna cueva de la, montaña, lo que de nuevo nos lleva a la hipótesis de la existencia de un inquietante Montserrat subterráneo.
Este doble aspecto -lo luminoso y lo oscuro- constituye el signo bifronte característico de los grandes, símbolos. Seña de identidad del catalanismo, ámbito mágico-religioso que une a su condición de santuario el de lugar cargado de poder, la montaña atesora este carácter universal que, a lo largo de los siglos, atrae como un imán a los espíritus más sensibles y les cita secretamente para abrirles la puerta de una iniciación personal e intransferible. Esta es su grandeza y su misterio. Desde la noche de los tiempos hasta nuestros días.

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